El pan es un alimento tan esencial en nuestra dieta que ya se consumía desde el 2.700 a.c., cuando los egipcios descubrieron la fermentación, la levadura y con ellos la panificación.

Otro punto de inicio de este magnífico alimento es Palestina, ya que cuando los hebreos llegaron a la tierra prometida conocieron el trigo y las posibilidades que este les daba. Para ellos elaborar el pan era todo un ritual manual en el que no podía intervenir ningún utensilio.

Avanzando en el tiempo, en la época griega, vemos que estos lo perfeccionaron, haciendo de la panadería todo un arte y elaborando muchas más combinaciones: desde el pan de centeno al pan de avena.

Ya en el año 100 d.c. se constituyó en Roma el primer colegio oficial de panaderos, donde la mayoría aún provenían de Grecia. Con la formación del imperio romano el pan se expandió en todas sus colonias.

Durante la edad media el pan más consumido fue el de centeno y el de cebada, ya que en aquellos momentos el trigo tenía un precio prohibitivo.

A partir del 1.500 cuando España conquistó América el pan también llegó a tierras lejanas, en donde se hizo muy popular, sobre todo el pan de maíz, ya que era un cereal muy abundante en aquella zona.

Así es como el pan ha llegado a nuestros días y ha pasado a formar una parte importantísima de la dieta mediterránea, tanto que actualmente ocupa la base de la pirámide de recomendaciones nutricionales.